Era un domingo por la tarde. Me encontraba en el salón con mi familia. Yo, como es habitual, estaba trabajando en mi proyecto, mientras mi madre buscaba algo para ver en Netflix. Estuvo un rato dudando que serie o película ver, hasta que finalmente se decidió por un documental sobre Simone Biles, la gimnasta olímpica.
Yo seguía trabajando mientras lo escuchaba de fondo, hasta que escuche algo que me hizo parar. Eran los JJOO de Tokyo. Simone estaba a punto de competir cuando, de pronto, dijo que se retiraba. No iba a continuar. En mi cabeza pensé: «¿Cómo es posible que una de las mejores gimnastas del mundo abandone una competición para la que ha estado entrenando años?»
Esto me hizo reflexionar acerca de la visión que tenemos de los grandes deportistas, artistas o referentes. Los vemos como superhéroes, como si fueran inmunes a la presión, al miedo, al agotamiento, a los problemas. Pero no lo son. Son humanos, como tú y como yo.
Para mí supuso un choque de consciencia. Al igual que todos nosotros, son humanos, y pueden estar mal. Sienten nervios antes de una competición o acto importante, tienen presión, y también, crisis emocionales. Sin embargo, lo que los caracteriza es que actúan a pesar de sus emociones, y por tanto, son valientes.
Un acto de valentía y amor propio
Lo que más me impresionó no fue que se retirara, sino el juicio y las críticas que recibió por ello. Muchos lo vieron como un fracaso. Pero para mí, fue un acto de valentía y amor propio.
Renunciar en ese momento, con millones de personas observando y toda la presión encima, no fue rendirse. Fue decir: “Hasta aquí. Me priorizo”.
Cuando alguien abandona en esos momentos es porque ya no puede más. Simeone priorizó su salud mental y física (es un deporte peligrosos y no era capaz de controlar su cuerpo, por lo que se podría haber lesionado e incluso algo más grave) por encima de todo.
El lado oculto del éxito
El documental también me ayudó a ver con otros ojos la vida de los atletas de élite. Desde fuera, parecen tenerlo todo: fama, medallas, reconocimiento… Pero lo que no se ve es la carga emocional que soportan. La presión externa, sí, pero sobre todo la interna: la que uno mismo se impone para no fallar, para ser siempre el mejor, para no decepcionar.
En ese nivel, un pequeño fallo puede desencadenar una ola de críticas. Y eso no solo desgasta el cuerpo, también agota la mente.

Cuidar tu mente también es entrenar
Otro aprendizaje que me llevé fue la importancia de trabajar en nuestra salud mental. Aunque aparentemente todo vaya bien, aunque desde fuera parezca que “no hay motivos” para sentirse mal… eso no significa que no haya trabajo interno por hacer.
El desarrollo personal no es algo exclusivo de quienes tienen problemas visibles. Es una necesidad de cualquier persona que quiera estar bien consigo misma, sostener la presión de la vida y crecer como ser humano.
Y en los momentos difíciles —que siempre llegan— es cuando más aprendemos. Es cuando podemos parar, cuestionarnos, y volver a conectar contigo mismo. Ante estos momentos, pregúntate: ¿qué puedo aprender de esta situación?
Sanar requiere tiempo y esfuerzo
Simone Biles tardó más de un año en recuperar el control de su cuerpo. Fue a terapia. Tuvo que soltar mucha autoexigencia y reaprender a competir desde otro lugar. No es fácil cuando llevas el título de “la mejor del mundo”, y cualquier cosa que no sea ganar… se ve como un fracaso.
Pero su historia me ha marcado. Me ha recordado que ser fuerte no es aguantarlo todo, sino saber cuándo parar. Que el éxito no siempre se mide en medallas, sino en decisiones valientes. Y que todos, incluso nuestros ídolos, son personas aprendiendo a vivir.